Las violencias de género corresponden a cualquier acción o conducta que se desarrolle a partir de las relaciones de poder asimétricas basadas en el género, que sobrevaloran lo relacionado con lo masculino y subvaloran lo relacionado con lo femenino. Son un problema de salud pública por las graves afectaciones físicas, mentales y emocionales que sufren las víctimas, y por su gravedad y magnitud.
Este tipo de violencias se incrementan en algunos contextos o situaciones particulares; por ejemplo, en el caso de niñas y mujeres indígenas o en personas con discapacidad. Las mujeres con experiencia de vida trans, así como las mujeres y niñas cis género sufren barreras estructurales que condicionan la garantía plena de sus derechos al verse expuestas a contextos de desigualdad y violencias basadas en las normas sociales de género.
Esto condiciona el acceso a servicios de salud y limita la toma de decisiones sobre su salud sexual y reproductiva, generando una mayor vulnerabilidad frente a la infección por VIH. Es importante reconocer que las poblaciones con identidades de género y orientaciones sexuales diversas también son fuertemente afectadas por este tipo de violencias, en particular las personas con experiencia de vida transfemenina, transmasculina y las personas no binarias.
Los prejuicios, el estigma y la invisibilización de su existencia, generan consecuencias negativas en su vida y no posibilitan una garantía plena de sus derechos.
